November 11, 2010

La Calculadora Mal

Era una tarde de otoño normal cuando Lynda Brady estaba sentada cerca de la ventana de su clase de matemáticas. Lynda estaba terminada los problemas de matemáticas que su profesora, Señorita Vicky, había asignado a la clase. Ella metió a su calculadora para resolver un problema de álgebra difícil caundo vio un mensaje raro en la pantalla.
“Hola,” el mensaje dijo. “¿Qué pasa?”
Lynda miró su calculadora con confusión. Ella le pregunta a su amiga Amy, “¿Escribiste esto en mi calculadora?”
“No,” dijo Amy. “¿Por qué?”
“Oh… ninguna razón,” dijo Lynda. Ella empujó “CLARA” y siguió trabajando.
El próximo día, Lynda regresó a su clase de matemáticas durante el cuarto bloque. Señorita Vicky comenzó a revisar la tarea de la noche anterior. Lynda utilizó un nueva calculador. Ella entraba en una ecuación, cuando una cara apareció en lugar de un gráfico.
“¿Qué está sucediendo?” pensó Lynda. La cara empezó hablar.
“Nunca respondió a mi pregunta el otro día,” dijo la calculadora en una voz molesta. “¿Tengo que preguntar otro vez? Espero que esta vez le responda.”
Lynda estaba tan sorprendida que no sabía que la escuela había terminado y todos menos la profesora habían ido a casa. Ella tomó su calculadora y corrió a Señorita Vicky.
“Señorita Vicky, tengo una pregunta para usted.”
“¿Qué puedo hacer para tú?” dijo Señorita Vicky.
“Algo extraño ha sucedido con mi calculadora,” dijo Lynda. “Estos los últimos dos días ha estado hablándome.”
“¿Es posible que alguien esté tratando de broma? Porque las calculadoras no hablan.”
“Sí, es probablemente una broma,” dijo Lynda con una voz nerviosa.
“Si descubre quién es,” Señorita Vicky dijo, “voy a disciplinarlos.” Sonrió. “¡Adiós Lynda!”
Lynda puso su bolso en so hombro y fue a su casa pensando sobre lo que había sucedido en los últimos dos días. La próxima mañana, Lynda estaba nerviosa por ir a su clase de matemáticas. No sabía que pasaría con su calculadora. Se sentó en la clase, con la esperanza de que habría interrupciones. Señorita Vicky les dijo a todos que trabajan en los problemas de matemáticas con un compañero de clase. Lynda decidió a trabajar con Amy, y ellas sentaron en un escritorio para trabajar. Lynda no usó su calculadora. Ella decidió utilizar la de Amy. Si la calculadora no es mía, no puede hacer nada extraño.
“Nos encontremos de nuevo,” dijo la calculadora enojada. “Traté de ser simpática con tu, pero tú no me escuchaste. Ahora tendrás que pagar el precio.”
La pantalla brillaba roja y empezó a escribir un mensaje aterrador. Lynda golpeó el hombro de Amy, mostrándole la calculadora. “¿Puedes ver esto?” dijo Lynda.
Amy miró la calculadora por mucho tiempo. Ella miró a Lynda y dijo, “Veo la que está mal.”
Lynda se sintió aliviada. “Yo sabía que no estaba loca.”
“Usted escribió mal la fórmula en la ecuación,” dijo Amy. “¿Estás bien? Tú has estado actuando… diferente.”
“No, no estoy bien. Me voy a la enfermera,” dijo Lynda y fue de clase.
En el pasillo, oyó a los estudiantes hablando de un local psíquica.
“Trabaja en casos extremos,” dijo el estudiante. “Ella es experta.”
“Ella tiene una oficina secreta en el baño cerca del gimnasio,” dijo otro estudiante.
Lynda tuvo una idea. Ella iba a hacer una reunión con el psíquico. Estaba decidida a exponer el extraño fenómeno que había ocurrido. Lynda pasó oficina de la enfermera y se fue al baño cerca del gimnasio.
Con cuidado, abrió la puerta. Los puestos fueron cubiertos con pintura blanca sucia. Las paredes estaban cubiertas con escrito lleno de color. Olía a incienso. Ella entró y cerró la puerta en silencio. Vio una luz de color rosado de la plaza final. Cuando ella estaba en el puesto final, vio que estaba temblando. Ella leyó el papel que adjunto a la puerta. Dijo, “LA PSÍQUICA: ENTRA SI TE ATREVES.” Llamó a la puerta y esperó.
“Entra, hija,” dijo una voz desde detrás de la puerta.
Lynda entró. Ella se sorprendió porque en lugar de un inodoro, haba una silla grande con piedras preciosas y una pequeña mesa. En la mesa había una bola de cristal. Se sentó en una silla pequeña cerca de la mesa y miró a lo psíquico. El psíquico era una joven de unos once años. Llevaba gafas y ella estaba en un moño. Era delgada y vestida con un vestido de seda con una bufanda larga.
“Has venido en un mal momento,” dijo. “Me voy para el día”
“Por favor, no vayas,” dijo Lynda. “He oído que les ayudas en casos especiales,” dijo Lynda.
“Eso es cierto. ¿Por qué has venido?”
“Los dos últimos día en clase de matemáticas, mi calculadora ha hablado conmigo. ¡Tengo miedo! ¿Puede ayudarme?”
“Tú enojaste el espíritu de la aritmética por no responderle,” dijo el psíquico. “No puedo ayudar.”
“¡Tiene que ayudarme! ¡Tienes que haber alfo que puedo hacer!” dijo Lynda.
“Hay un remedio,” dijo el psíquico. “Pero se requiere mucho trabajo.”
“Puedo hacerlo.”
“Tú tienes que ir el tutor sagrado. Él pueda desarmar tu calculadora. El viaje es peligroso, pero hay que ir solo. ¡Prisa!”
Lynda se levantó, agradeció a la psíquica, y comenzó su viaje.Ella fue a su armario para recoger su calculadora. Ella metió la mano en el estante superior, y no encontraste nada. Miró hacia el espacio, y estaba vació.
“¿Dónde está mi calculador?”
Oyó tocar en el suelo detrás de ella.
“Te encontré,” dijo una voz que da miedo. Ella vio su calculadora en el suelo, la pantalla brillante roja. Ella gritó y salió corriendo. Corrió, pero sentía como se no fuera a ninguna parte. Ella miró hacia atrás, y ¡la calculadora la perseguía! De repente, Lynda se chocó contra una puerta de armario abierto. Lynda quedó inconsciente. Ella se despertó en su habitación. Era una mañana de otoño soleado. Su calculadora y el libro de texto de matemáticas estaban abiertos en la cama de una larga noche de estudio. “¿Fue todo un sueño?” se preguntó ella. Ella miró nerviosamente a la pantalla de su calculadora. Era normal. Ella suspiró y se levantó de la cama. A medida que lentamente se dirigió al baño, la pantalla de la calculadora brilló. “¿El fin?” …

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